domingo, 22 de octubre de 2017





 

Si la vejez se marcara
en la profunda arruga
de la palma de una mano.
Si la vejez se parara
en el reloj que se lega
al nieto que florece.
Si la vejez no caminara
apoyada sobre el bastón
tembloroso de un infortunio.
Si la vejez no bajara
los párpados al reflejo
de unos lagrimales desbordados y grandes.
Si la vejez no se encuedrara
en la mirada, futura aún,
en la añoranza de una joven lejanía.
Si la vejez no se endulzara
con los rayos de sol como miel
de su refinado paladar.
Si la vejez fuera no desprenderse,
si tasador de propiedad,
de lo ya poseído.

Si la vejez no se moviera
en pies arrastrados, lentos,
descompasados al girar de la tierra.
Si la vejez no tuviera los ojos
en vigilia de gorrión incómodo
por temor al salto oscuro.
Si la vejez no oliera
a tiempos y humores amarillos,
a piel asustadiza de la luz.
Si la vejez no borrara
sus escasos presentes
entre soñolientos equilibrios de orejas y cuello.
Si la vejez no rompiera
los pulsos de venas y caderas
por el peso de cometas y estrellas.
Si la vejez no amedrentara
a los hijos, que sobre las rodillas
en risas, cabalgaron aventuras al trote.
Si la vejez enarbolara
su valentía de conquista,
de alumbrar nuevos mundos.
Si la vejez saciara
el pozo hondo de la vida
sería el punto justo de donde partiría la muerte.

Si la vejez,.... Si mi vejez hubiera
sido todo eso. Si yo.......
Me siento un sombrío bodegón
de cansancio, de rutina, de hastío.
Yo no quiero consuelo repetitivo.
Si la vejez.....
¡Qué hermosa será la vejez cuando me sepa viejo!




Madrid, 14 noviembre de 2005.