domingo, 3 de febrero de 2019

UN RECUERDO SIN AVISAR





No sé porqué, pero hay momentos en que los recuerdos invaden mis sentidos, mis percepciones, como los estados de ánimo nos asaltan; de improviso. Seguro que el loco suceso que ahora contaré debe tener algún sentido, algún misterio, pero no importa.
Hoy nieva en Madrid. Estoy sentado frente a un gran ventanal que me acerca la nevada hasta la superficie del folio que escribo. De repente, unas voces de niños y, sin más, ocasión el chistar de una abuela que intenta contar un cuento o una historia de la que ella fue parte de alguna manera. - Niño abre más los brazos que así no puedo hacer el ovillo -. La historia que contaba la abuela tenía tanta emoción y tanta sorpresa que absortos nos tenía a todos, bueno, a todos menos a mí que me cogió por mayor para ovillar la lana. En mi mente tenía el recuerdo pintado, fotografiado tan real como lejano en mi tiempo y sin embargo me preguntaba cuándo ocurrió, cómo fue, y cómo pude hacerme con ese recuerdo en aquel preciso momento. No tengo respuesta para ello, pero hay veces, sino siempre, que empezamos a vagar por situaciones no rutinarias, sin reconocer las cosas, los sucesos o las circunstancias que las llenan. Viendo la nevada, mis percepciones tomaron un giro inesperado y de pronto me encontré perdido dentro de un momento que pertenecía a mi vida. Sin darme cuenta me perdí en mi historia, en la que me hice poco a poco para ser yo. Ahora me doy cuenta que el pasado no es otra cosa que una peonza que mientras más calcomanías le pegue, antes las lanzará hacia su exterior, que no es otra cosa que el futuro.


Madrid, febrero 2005.