lunes, 26 de diciembre de 2016





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Oigo una música
que no adivino
de qué país venga.

A mi alrededor;
          pasos de unos y otros,
          vuelos de palomas,
          trajines de los amanecidos en la ansiedad de una jeringuilla,
          juegos en colores de rastrillos y arena,
          miradas, fijas al tiempo, de los años sujetos a un bastón,
          brisas ornamentales de ramas en movimiento,
          agua de la fuente que al sudor retiene,
          olor de hierba recién levantada.

Oigo una música
que no adivino
de qué país venga.

Miro al cielo;
          placidez de una hoja en el aire,
          dibujando, nota a nota,
          su sinfonía antes de regalar su destino.





Poemario "El Jardín de Mnemósine" 2007.

jueves, 15 de diciembre de 2016






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Entre versos de otro tiempo
aparecen pétalos
de color intenso,
secos de aire,
con el fósil sol
aferrándose a sus formas.
Versos y tiempos respirados
por otras albas,
aciertos o fracasos de otros presagios,
de voces ahora mudas;
                           tesoro de arrecifes y lunas
                           en la ventana del que vio y ya no mira.

Leo los versos, vuelo el otro tiempo,
en mis manos de pétalos,
y como destino de mis labios
el grito que un día fui,
las aventuras que ya recité;
                           un yo esperándome para cuando despierte.

Entre versos de otro tiempo
voy cogido a la jarcia
en rumbo por mares amarillos,
y me siento bajo la lluvia del hoy,
arrugado, pero firme entre los versos de pétalos
secos de aire y de color intenso.



Poemario " El Jardín de Mnemóside". 2007

lunes, 12 de diciembre de 2016


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En el teatro del mundo,
sólo público
aturdido, frío de quieto
al gesto de un estornudo,
- hueco de cielo y tierra –
que asusta a lo oscuro
y censura del espejo
la escena de su luz.

En el teatro del mundo,
ni ayeres ni ahoras
y, menos aún, 
                      mundo;
                           ¡desnudez de carne y mazmorra!,
                           por el hueco del barrote que aísla.






Poemario "El Jardín de Mnemósine". 2007.

jueves, 8 de diciembre de 2016





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Érase una vez;
          ¡oh camino de correría
          de voz blanca!,
          y juegos bajo la flor de los cerezos.

Érase una vez;
          pretérito lapidario en su silencio,
         entalladura yacente al viento
         entre el verde de lo que aún es.

Érase una vez;
         abanico en alas de mariposas
         que, como pinceles de colores,
         alzan, de la sustantividad, la mirada,
         sobre el camino que ya se bifurca,
         en el eco de la voz ahora callada,
         a través de las risas en primavera, hoy otoñales,
         al calor de aquello de “érase una vez que se era”.





Del poemario "El jardín de Mnemósine". 2007


lunes, 5 de diciembre de 2016

En el camino de cuesta y mojada
tierra, al perfil de mi niebla ceniza,
empapada de olor y de frío,
una piedra se yergue
del ras que voy pisando.

Esa piedra; espejo de invierno
y piel de árbol abierto,
se me hace refugio de mis noches,
es golpe ahogado y sordo
de la vida opaca del mundo.

Esa piedra; singular
crónica ciega de los ayeres,
seno de vientos que caen
a la nada del carnal
muerto por lo inexistente
del silencio, y en su oscuro.
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La piedra, esa piedra llena de universos,
es fruto, estrella caída de horizontes
con luz y escarchas. ¡Piedra!
Esa piedra;
                                 de la nube negra, granizo,
                                 del volcán, vapor rojo que quema,
                                 en la mar, fondo y orilla,
                                 y de un yo, mi primer enigma.





Del poemario "El jardín de Mnemósine" .2007

domingo, 27 de noviembre de 2016


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Y la vida toma otra cara
en el espejo de las mareas; los soles
van como arañas por el celeste
abierto, y el viento endulza
de besos las músicas de lo ya tomado.

Y la vida sella lo que somos
con la oscuridad y el silencio
de las entrañas vacías de la Tierra;
               la muerte jamás está ganada
               porque somos tiempos en Tiempo.





Del poemario " El Jardín de Mnemósine". 2007

sábado, 26 de noviembre de 2016




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El eco del Hombre
está en sus silencios.
Hoy, el eco
es una vitrina que se apaga,
un mundo derruido
por los mercúrios, por dejar de ser.
El eco es por hueco,
por los poros sin vello,
está en la curva tensa del verso
que ya no habla,
es rota aurora de bajamar.
El eco no es más que una boca sin labios,
ausencia de viento,
repetición de otro eco
en ese Hombre que es isla entre las dos/
                                                               voces que oye.




Poemario "El Jardín de Mnemósine". 2007

miércoles, 23 de noviembre de 2016


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Un hombre ad infinitud en su sombra
de acera, y un viento
da ventajas a sus pasos
tan largos como su deseo por llegar.
Un hombre, solo, cuelga de una farola,
tronco de sentirse un dios,
y positiva su caparazón
con la luz caída en el hueco de sus dudas.
Un hombre vaga
entre las marismas sin estación,
por la senda hendida para sus huesos
en negrura fría, y va, va y se pierde/
                                                  en lo arcano de su alma.


Del poemario " EL JARDÍN DE MNEMÓSINE". 2007

miércoles, 9 de noviembre de 2016





SOBRE EL CONCIERTO DE TORRELODONES EN EL XXV ANIVERSARIO DEL LITOSPACIO DEL ESCULTOR JUAN MORAL MORAL.



Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a un concierto del pianista Pablo Peláez. La experiencia fue emocionante y sugerente. Emocionante por el pulso de las notas que, como mariposas en la ya tardía primavera, volaban del piano de forma suave, tranquila hacia mi espíritu y liberarlo de una realidad que cambió de la rigidez diaria a lo ingrávido de la armonía, en este caso, por la emoción en sí misma o por la necesidad de ella. Y de inmediato sentí como la serie de notas me bañaban de placidez, de sentirme dentro de ellas, alejándome en un columpio de melodías de la orilla del escenario, de las arenas del asiento.
También fue sugerente porque con cada composición que Pablo acariciaba sobre su piano, me encontré con el impulso de su creación. Un impulso de mano fuerte y segura, de pentagramas solitarios que hay que acompañar, de gestos mudos antes de escribirlos en una nota, del desespero que anda entre la soledad del piano sin manos y el tic del oído que afina. Una creatividad tan dura y fructífera como el olivo es lo que Pablo demostró al regalarme varias de sus composiciones que, en mi fantasía aducida por su música, me llevó de la mitología griega; fuego, agua, tierra, aire, a un paseo por la naturaleza ahora viva y esplendorosa.
Con estas palabras quiero decir que el creador y pianista Pablo Peláez, en su concierto del 20 de octubre, me sorprendió y emocionó, siendo ambas cosas a la vez el gran milagro de cualquier artista.
Desde estas palabras mi enhorabuena Pablo Peláez.



Madrid, 28 de octubre de 2016.

domingo, 6 de noviembre de 2016



Componer, Botella, Rayos


















Hay tantas formas de vivir un sentimiento
que jamás serán contadas
dentro de unas palabras por sí solas;
       el párpado que borra o abre
       algún ojo de pestañas
       errante de otros caminos,
       la fiable mano de un padre
       sobre un hombro del hijo.

Hay tantas formas de vivir un sentimiento;
       dulce calor de la lumbre
       en la cara de solano
       por la amanecida recta
       tras un paredón de piedra
       hecho de lo prohibido.

Hay tantas formas de vivir un sentimiento;
       un libro que excorie con sus páginas
       el espíritu de lo poético,
       la musicalidad entrecortada
       en tiempo ancho, largo y andado en recuerdo
       sin más fruto maduro que uno mismo.

Hay tantas formas de vivir un sentimiento;
       el sabor de un café en taza de borde
       desconchado por temor de unos dedos
       rematados de pintauñas rosa,
       un pajarillo asustado de jaula
       en favor de unos "chipiculías".

Hay tantas formas de vivir un sentimiento
que no es preciso ajustar su momento,
pues hay que saberse viejo junto aquél.

Hay tantas veces de vivir un sentimiento
que no importa su consumación.
¡Hay tantas vidas vivas en un sentimiento!






MADRID, 14 NOVIEMBRE DE 2005.

miércoles, 18 de mayo de 2016


Hombre, Persona, Frustración, Retrato



El sueño del abuelo.

El abuelo tenía los pulmones demasiado endurecidos por los golpes de tos que los años habían anidado en ellos después de los estacionales abandonos de las cigüeñas. Cuando el aire solano cicatrizaba en esculturas, casi inmóviles, los humos que salían de las chimeneas de las casas, el abuelo se sentaba en su mesa camilla con su vista vuelta a la calle, a la plaza de su pueblo. No había otra cosa que le gustara más que ver pasar a sus paisanos por delante de su casa, hecho que movía la memoria del fatigado abuelo, pues cuando veía a algún conocido él mismo se retrotraía del presente y volaba en busca de parientes, de familiares o de algunos conocidos que apadrinaron el mote del transeúnte del otro lado de la ventana. El calor del brasero y al monótono ruido de la bombona de oxigeno hicieron que el cansado abuelo tomara el tren de un leve sueño sin apearse de las orejeras de su sillón. Con la boca abierta y con pespuntes de placidez sobre su arrugado rostro, el abuelo soñaba; se fue a tiempos futuros encontrándose con su pueblo que apenas reconocía. Vio a sus paisanos muy cambiados. Hasta la forma de hablar entre ellos le pareció de lo más raro, y claro, no entendía nada. Por las calles no pasaba casi nadie y los pocos que se atrevían a andar por las estrechas aceras eran jóvenes de nerviosos pasos y prisas por pisar el destino marcado por sus pies. En los parques, bueno, sólo quedaba uno en todo el pueblo, el de la plaza, no vio a ninguna madre con su hijo de la mano en busca del saludable ratito de sol, no vio a ningún niño columpiándose para reto con la graveza de su cuello, no vio a ningún abuelo echar trozos de pan a los gorriones que medio habitaban los tupidos árboles que perfilaban los jardincillos. No vio ningún pajarillo bebiendo en el tímido aljibe que emergía del pie de la vetusta, pero todavía fresca fuentecilla. ¿Era cierto lo que estaba viendo? ¿Serían así las cosas en un futuro? El abuelo continuó paseando en sus ensoñaciones y se dio cuenta que lo único conocido del lugar, en un ya muy lejano día de su experimentada memoria, que fue su pueblo, era un viejo, un muy viejo árbol que estaba en medio de la plaza. Su tronco era muy grueso, bastante oscuro y con muchos surcos y pliegues en su dura corteza. Sus raíces estaban encarceladas bajo el solado de la misma plaza, por lo que a su vida también le costaba salir hacia arriba, aunque sus hojas eran grandes, de bordes carnosos y de un verde limpio. Miró detenidamente al añejo árbol y se reconoció de inmediato. Era él mismo. Su deseo de reencarnarse en árbol se había cumplido. ¿Pero para qué? El abuelo quiso perpetuase en árbol durante los tiempos para ver a su familia, a las gentes que de su sangre serían nudos de cuerda cerrada, quería pisar las tierras de su pueblo, recorrer sus calles, ver los juegos de los niños en los parques, sentir en las esquinas las charlas de las vecinas que se encuentran a manos cambiadas de idas o de vueltas, ver bajo sus ramas a los ancianos haciendo castillos con los recuerdos, con las experiencias ya idas tras los innumerables pitillos quemados entre los labios secos. Su deseo se cumplió sin recibo, pero sus descendientes ya no eran su familia, las gentes del pueblo ya no eran sus paisanos, y todo porque el futuro no se ofreció a su único tiempo.
La boca seca del abuelo produjo un ronquido fuerte y profundo, rescatando su vigilia hasta sus irises azulados por los pinceles de los años. – He dormido la siesta del burro -, me dijo con su gracejo de añadas pasas al verme tomar un aperitivo a la espera de su despertar y empezar a comer. Mientras saboreamos la caliente y sabrosa sopa del contundente cocido de carnaval, me contó su sueño.

sábado, 23 de abril de 2016



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LA MUJER DE LA BANDOLERA BLANCA.

Una aurora se dejaba caer sobre los espejos de la mar, otorgando a los distintos horizontes la mezcolanza de colores que siempre nos parece única en el momento, - quizá también por singular -, en que nos ponemos frente a ella las gentes que habitamos, la mayoría de nuestro tiempo, en tierras adentro. Aquella aurora se deslizó por su curva y el Sol se cuajó brillante desde el silencioso lapislázuli hasta el murmullo espumaje de la orilla. En la arena de la playa unas huellas sellaban el paso de alguien. Las seguí con la vista y a mitad de camino me encontré con la silueta, danzarina por el calor, de la mujer de la bandolera blanca. La sorpresa me lanzó a la mar. El agua estaba fresca. Volví a mirar a la playa. La mujer de la bandolera blanca continuaba sobre la arena, ahora sentada de manera elegante, regalando su rostro a la tenue brisa que exhalaba el mar. Parecía ausente. Quizá estuviera repasando las hojas repletas de un amor ya terminado, o quizá imaginara, o quizá sólo estuviera disfrutando de las vistas y del susurro del paraje, pero yo elucubraba de manera fútil. Me sumergí una vez más en la mar para continuar el estimulante baño y cuando ya saciado de sal, me encaminé hacia la orilla .La mujer de la bandolera blanca había desaparecido. Miré para un lado y para el otro de la playa, pero nadie. Era el primer día que me asomaba a la mar. ¡Mañana la volveré a ver!, me dije. Sin embargo no tuve que esperar a la mañana siguiente. Decidí salir de casa y sentarme en un banco del solitario y coqueto paseo marítimo. La noche era espléndida y además había luna llena. Encendí un cigarrillo con placer, y sin embargo la tranquilidad me abandonó de inmediato cuando vi, sentada dos bancos más mi izquierda, a la mujer de la bandolera blanca. Estaba de espaldas al mar, con el pelo recogido en su nuca. Me pareció muy hermosa. La miré varias veces y me extrañé por su juventud. ¡Seguro que está esperando a alguien!, pensé. Toda la Luna plateaba la mar y se erguía, a retazos, sobre los cabellos de aquella mujer acercándomela, pero no, ésta seguía a dos bancos más a mi izquierda. Una de las tantas veces que la miré, me encontré con su mirada y un fugaz resplandor me descabalgó de mis pensamientos. De repente, un halo de misterio envolvió a la mujer de la bandolera blanca, mientras que a mí, el nerviosismo y la ansiedad me hicieron encender otro cigarrillo. Cuando separé los labios del encendedor, el segundo banco a mi izquierda estaba vacío. Me levanté, miré para todos los lados en busca de la mujer de la bandolera blanca, pero no la vi. No había rastro de ella. El pitillo se me fue enseguida y decepcionado conmigo mismo por no haber intentado conocer a la mujer de la bandolera blanca me acosté. Miré por la ventana y la Luna tampoco estaba.
A la mañana siguiente la impaciencia era la sombra que el Sol proyectaba de mí sobre la arena de la playa. ¡Hoy hace poniente fuerte y por eso no baja a la playa, es lo más normal o a lo mejor está de compras o a lo peor se ha marchado de aquí y ya no vuelve, pero no creo, una chica tan joven y guapa no está sola mucho tiempo, y aún menos en la playa y en verano!, me decía mientras las horas se hacían más verticales. Pasaron unos días y con ellos mi esperanza de volver a encontrarme con la mujer de la bandolera blanca, hasta que una temprana mañana, con el Sol todavía niño, en el lugar que habitualmente me situaba en la playa, encontré, cerca de la orilla, una bandolera blanca. La cogí. ¡Sí, sí!, seguro que era de la mujer que yo esperaba. ¿Pero dónde estaba? No la veía por ninguna parte. En la playa no había nadie. Miré detrás de mí y tampoco; unos ancianos paseando los perros y nadie más. Me volví y con el respiro cortado me encontré frente a la mujer. El asombro me dejó perplejo y sin embargo, al instante, comprendí todo cuando la miré a los ojos. Eran la misma mar; tonos ojizarcos mezclados de glaucos con tenues nubes de gris y finos surcos de corrientes marinas en continuo movimiento bajo las sonrosadas auroras, y todo enmarcado en las brisas y en las espumas rizadas de sus largas pestañas. La mujer era una náyade que el mismo Poseidón había querido retener para sí desde que dejó el Olimpo. Aquellos ojos no me cansé de mirarlos. Quería retenerlos en los míos a tiempo, sin parpadeos, pues sabía, aunque me lo negara, que la inmensidad de sus colores, sin nombres concretos, se irían tras el destino que la Fortuna había decidido para ellos. ¿Me das la bandolera? Alargue mi brazo sin dejar de mirarla. Se la puso y de espaldas al mar se fue metiendo en él. No dejé de mirarla hasta que un escozor en mis ojos hizo que parpadeasen varias veces. La mujer de la bandolera blanca no había desaparecido en la mar, pues ella era la mar. Lo último que vi de la mujer de la bandolera blanca fue su bandolera; un blanco pez saltó entre las olas.









Almerimar, 20 de agosto de 2004.



lunes, 28 de marzo de 2016



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Llevando a Nani a su casa.


Poseer una sílaba de Libertad. Mi amiga Carmela lo requería; gesto de medusa traslucida dentro de superficiales aguas que el Sol las penetra. El coche era caballo con crines de metal, de cascos que no dejaban de rodar e interminables ojos de cristal. 
Carmela, de samaritana intención, conducía con la vista nublada, a chorros de tormenta por su deseo escondido. Ella empañó de músicas la columna vertical de la Luna menguante que nos alejaba – a Nani y a mí- de la posesión del segundo peldaño de la palabra. La carretera, vaivén de una mar tranquila, se avecinaba, a la historia por desfiladero, al castillo de La Guardia; serafín rescatado de la negrura por los fuegos de sodio. Ella, en imaginaciones mariposas, acentuó su presencia de vientre ya ausente. Carmela subió la escalera de la palabra ya hecha, y se sintió Libre.


“De Jaén a La Guardia
Madrugada. 1 de  mayo de 2004.



viernes, 25 de marzo de 2016

EN SU VIGÉSIMO SÉPTIMO AÑO DE SU MUERTE.25, marzo de 1989.





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Ya es la hora, abuelo,
y lo recogido que estoy
en este nido de palabras
se me antoja pequeño.
¡Nosotros podemos cambiarlo! ¿Verdad?
Yo te quiero y por ello no dejo
de alumbrar mi memoria
esculpiendo tu mirada, tu voz, y sacar
el botín que, tú y yo,
escondimos en tiempos de nadie
para alimento de los olivos.
¡Vamos abuelo! Vamos a pasear.




Del libro "Vivir a un abuelo"1998.

lunes, 21 de marzo de 2016

DÍA DE LA POESÍA.





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La primavera es brisa azul
que calienta  el hueso con carne,
que llena la boca de besos
y abre la mano a lo que coger es imposible.

Ella no anda, no mira en el miedo de no saberse,
abraza con los horizontes del curvo espacio
el barro ya seco, las mariposas
abiertas bajo la lluvia de color que ablanda.

La primavera es otra vez la doce luna
que me desnuda y luego limpia
porque otra vez la nombro
al ser palabra y voz que oigo.







Poemario"El Jardín de Mnemósine". 2009

viernes, 11 de marzo de 2016

POEMA- PENSAMIENTO.


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Un hombre ad infinitud en su sombra
de acera, y un viento
da ventajas a sus pasos
tan largos como su deseo por llegar.

Un hombre, solo, cuelga de una farola,
tronco de sentirse un dios,
y positiva su corazón
con la luz caída en el hueco de sus dudas.

Un hombre vaga
entre las marismas sin estación,
por la senda hendida para sus huesos
en negrura fría, y va, va y se pierde
                                   en lo arcano de su alma.




Poemario "El jardín de Mnemósine". 2009.

miércoles, 9 de marzo de 2016

POEMA













Así, sin luna, el eco de la noche deteniendo las flores 
con cálidas mareas en su cuna me mecía 
como prisionero, raptándome de tus lugares indecibles, 
de tus contornos de cera en los que ardía 
sin el sol que, en espejo, asegura la danza de las sangres 
de un antes o en el después crecido que aún florecía 
en el manantial de mi deseo; sombras en la noche inmutable.








Para M.  Poemario 2011

jueves, 3 de marzo de 2016

POEMA.





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Cuánto silencio. Sólo el cuco rompe esta quietud
que desde el firmamento de estrellas se cuaja en las hojas 
de los robles, sobre las raíces que sujetan la tierra milagrosa 
que luego me hará despertar. La noche se abre en plenitud 
aun de entumecer lo que encarnar quiere mi boca, 
en murmuro o en grito, para desahogo de esta solitud 
que desnudo por entera contra cualquier otra cosa. 
Cuánto silencio. Calló el cuco. Ahora, tú, eres gloriosa.







Pomario "Para M". 2011.

martes, 1 de marzo de 2016

DANTE. POEMA.


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Ond´ella, che vedea me si com´io
 a quietarmi l´animo commosso 
pria ch´io a dimandar, la bocca aprio, 
e cominciò: << Tu stesso ti fai grosso 
col falso imaginar, si che non vedi 
ciò che vedresti se l´avessi scosso” 
Paradiso: Canto I La Divina Commedia. 




“Y ella, que me veía cual me veo 
yo mismo,por templar mis emociones, 
la boca abrió sin aguardar careo 
y comenzó: << Te crea confusiones 
tu falso imaginar, y no estás viendo 
lo que verías libre de ilusiones.

martes, 16 de febrero de 2016

ELEGÍA A MI MADRE.









Ahora, la puerta de la impotencia
me deja en el zaguán,
si madre, de tu inmensa ausencia.

Ahora soy un laberinto
de tus aromas,
de mis pensamientos vueltos a ti,
en la palabra que nos invitó

Ahora el Tiempo nos niega;
                                        a ti para Todo,
                                        a mí, hasta mi muerte.

Ahora camino por tu ausencia
y no respiro;
                   solo, ante el nombre de tu destino
                   oigo urdir tu túnica de misterio
                   tras los mármoles que datan
                   tu cierre con la luz que ya no te ve.

Aún ahora, y aun de mí mismo,
me voy de huracán a brisa,
de "neptúneo"
a tu ola de mar
que, cómo tú me besaste,
acaricia, grano a grano,
mi orilla de luna y de hombre.

Y te escribo, madre, posándome
sobre lo que no puedo,
en mi creída libertad de pulso y tinta;
                 has llegado a la única y común verdad
                 y eres marea viva de la muerte.

Te escribo, madre, sabido de tu nombre,
sujeto a ti como hoja de ciprés;
             ¡madre!, tu ser, es, ahora y siempre,
             y luego, al final de las palabras.



Pormario "El jardín de Mnemósine" 2009.