Érase una vez;
¡oh camino de correría
de voz blanca!,
y juegos bajo la flor de los cerezos.
Érase una vez;
pretérito lapidario en su silencio,
entalladura yacente al viento
entre el verde de lo que aún es.
Érase una vez;
abanico en alas de mariposas
que, como pinceles de colores,
alzan, de la sustantividad, la mirada,
sobre el camino que ya se bifurca,
en el eco de la voz ahora callada,
a través de las risas en primavera, hoy otoñales,
al calor de aquello de “érase una vez que se era”.
Del poemario "El jardín de Mnemósine". 2007
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