domingo, 13 de enero de 2019

Desde la terraza de mi casa en la calle Argensola. Madrid, 1971. Recuerdos.






Se abre la tarde sobre las escayolas ribeteadas en azul y blanco gasa. La brisa de Guadarrama, en serpentín sombrerero, adelgaza los alquitranes rodados de Madrid. Los balcones en radios
abiertos al "Carrusel Deportivo" y dentro, entre algunos desconchones de más futuros y quizás de infinitos frenados de siempre, los sabidos lamentos del vecino que mira y remira su quiniela. Los gastados tejados se van en olas pardas de gorriones bajo cornisas de nidos y planeos escondidos, y la hora de las camisas de paseo, del boquerón en vinagre y el calamar frito al debe de la espumosa caña, se descuelga hasta las aceras, como incensario seguido, impregnándolas de saludos y sonrisas que
aceptan la compañía de los pasos que doblan la esquina. Se cerró la tarde bajo las llaves de las farolas, sobre los espejos de adoquines de trazos y manguera, en el silencio roto del chuzo de un sereno que iba, en carcelero ligero y dormida rota, buscado la voz que enmarcara el rostro de luna culpa. Se cerró la tarde tras la hoja escrita por mi retentiva y mis añoranzas. Se cubrió la tarde de retrato con la manta y el polvo que me negrea. Se ahogó la tarde en su misma marea.






Madrid, 2012.

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