domingo, 17 de mayo de 2020

RECORDANDO CON RAFA.




Hay personas que dicen que los recuerdos nunca se deben recoger. Yo creo que hay que cosecharlos en su estación para saborearlos y compartirlos, si no qué sentido tienen.
En estas sencillas líneas comparto contigo, amigo Rafael, algunos. Son recuerdos que, por el paño amarillento del tiempo, apenas se reconocen y posiblemente distorsionen la realidad que por aquellos entonces vivimos. Del espejo del tiempo salen los sábados de madrugue y fútbol, del aperitivo de cañas y partidas en la máquinas de bolas en Aguilar. Las tardes de sesión continua en el cine Capri, o el Granada, que, a veces, sólo a veces, dejaban su continuidad por la sonora bofetada que una moza le daba a alguno de la panda por intentar robarle un beso, o por regalarle un tocamiento deseado y que se rechazaba sin más argumento que la insistencia; era aquello de “el que la persigue la consigue” y que ellas mismas nos decían con sus labios salados de pipas. ¡Qué tardes!





Sigo pasando el paño por el azogue, y nos vemos en tu  SEAT 850, el primer coche de la pandilla, bajando y subiendo la carretera de Valencia como infantes en caballos de libertad. Las partidas de tenis en las primeras máquinas electrónicas, las primeras citas con chicas en la Cruz Blanca de Goya y los primeros “tanques”- plantones – que nos cabreaban y que más tarde trataríamos de vengar en los guateques de bombilla rojas y roces que sólo nos inflaban más las hormonas.
Sin darnos cuenta dejamos de ser infantes y las calles de la vida nos hicieron cabalgar como caballeros en armas para conquistar el futuro. Desde ahí, justo desde ahí, cada cual cabalgó por senderos distintos y muchas veces opuestos, hecho por lo que el retrato del tiempo compartido ya no era tan común, sintiendo y comprendiendo que, el vinculo del jardín, de los pasillos de escondites, de los huecos de ascensor confesores de intimidades, de las partidas de futbolín en las tardes de tedio lluvioso, de las postales que los veranos nos regalábamos, de todos los secretos de nuestra adolescencia, se quedaría en foto fija a la que un día u otro  volveríamos. Hace unos momentos he doblado la esquina del ahora y he vuelto a esa foto que sigue, aunque algo más descolorada, pero sigue, en el espejo que un día nos devolvió, en movimiento, juntos.
A partir de ahora, quiero imaginar que tu recorrido seguirá por otros aires, por otros cines y por otros campos de fútbol sabatinos, pero lo que estoy seguro es que lo harás en un SEAT 850. ¡Que recorras muchos kilómetros amigo Rafa!

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