jueves, 23 de marzo de 2017

LEONARDO:



EL MEDIADOR DE LO INEXPRESABLE.




Si podemos diferenciar le Edad Media del Renacimiento en arte, dicho cambio está en el género pictórico del retrato. El retrato es una forma de conjurar la muerte, hecho éste que supone el triunfo del hombre y de su posición central en el universo.
Conocida es la biografía y la obra de Leonardo, por eso, en estas líneas lo que intentaré es poner el foco en la transformación espiritual del que es considerado uno de los tres pilares renacentistas, y concretamente como la personificación del Renacimiento.
Al reconocimiento de Dios como el Creador de Universo, Leonardo le asigna su funcionamiento a la ley natural, dando una expresión críptica a través de su arte a la libre voluntad expresado en los filósofos judaicos, mayormente.
La teoría de que la madre de Leonardo era toscana, sigue siendo válida. Sin embargo hay nuevas evidencias, cada vez con más fuerza, que abren la opción de que su madre  fuera, de hecho, una esclava judía, probablemente de procedencia rusa. Un investigador de los archivos de la ciudad de Vinci, el sr.Mario Bruschi de Pistoia, se refiere a la familia de Leonardo desde el siglo XV hacia delante. Bruschi demuestra que de acuerdo con el dialecto y los modismos de la época, “nació di bon sangue” no significa haber nacido de buena sangre, sino un figlio del amore libero, que es: un hijo del amor libre, es decir “en caliente sangre”. En el siglo XVI se diría que Leonardo es hijo legítimo del padre que lo reconoció, ya que le dio su nombre, pero es, sin embargo ilegitimo, que es un hijo de puta, porque nació de una madre no casada con el padre. Es el propio Leonardo quien da un apoyo inequívoco a esta interpretación al definirse como producto del amor libre apasionado y lo hace en un cuaderno de investigación anatómica en la que dice: “ahora hace cincuenta y un años que soy producto del amor libre”. “El hijo”, escribió Leonardo, “se engendró en el inquietante deseo de una mujer y no de la voluntad de su marido… El hombre que emplea el coito con la fuerza y la inquietud, en los niños produce ira. Pero si el coito se lleva a cabo con gran pasión y avidez por ambas partes, entonces el hijo será de gran inteligencia, ingenioso y vivaz”.
Pero si hablamos de la pintura de Leonardo, quizá lo hagamos desde el estudio de Verrocchio, su maestro, y más concretamente desde el cuadro llamado El Bautismo de Cristo. En esta composición se atribuye a Leonardo el ángel que está de perfil, arrodillado e intentando recoger sus ropas. Es un ángel dinámico, percepción que contrasta con la rigidez del otro ángel que pintó Verrocchio. Pero el detalle que nos hace sentir que Leonardo pintó gran parte del cuadro es el paisaje que enmarca la escena central. Aquí ya intuimos algo que a lo largo de la obra de Leonardo es fundamental; el dinamismo de las figuras a través de los diferentes matices de un mismo color. Durante esta época de su vida, trabajada en Florencia, son cuadros de encargo tanto de temas como de entregas; sean La Anunciación, La virgen del Clavel, Ginebra de Benci. Sin embargo Florencia, en el plano filosófico, era pobre y muy estrecha para Leonardo. En contraposición Milán se convirtió en el punto de encuentro de diferentes culturas, principalmente de Europa central. Recordar que los lombardos fueron los últimos en caer en el cristianismo ortodoxo. Milán era entonces en el principal aliado de los reyes franceses, algo que a Roma le molestaba en sobremanera, pues Francia era antagónica a la creación de un estado en la iglesia. Es entonces cuando Leonardo ve una relativa independencia de la autoridad de la iglesia y conoce a las minorías disidentes aprovechando cierta atmósfera liberal. Es entonces cuando Leonardo estrecha su relación con los más influyentes artistas de la corte milanesa, que no por casualidad eran judíos.
Uno de los personajes que más influye en el pensamiento de Leonardo es Amadeo Méndez da Silva que más tarde sería el confesor del Papa Sixto IV. Dicha influencia se reflejan muy bien en el mensaje iconográfico dentro de una serie de pinturas de Leonardo hechas en Milán; véase en tratamiento que da a Juan el Bautista y a Jesús. Le da el mismo honor. Esto no quiere decir que rechace el cristianismo, ni que presente una alternativa. Lo que hace es pintar su pensamiento respeto a la ley – la antigua - y lo hace representando las dos religiones; la vieja – Juan el Bautista –  y la nueva – Jesús. Un resumen rápido es que “la sustancia es la religión judía, la nueva religión es secundaria”. Para aceptar esto hay que entender que Leonardo era consciente de que en la filosofía escolástica, la sustancia es invisible, mientras que los aspectos incidentales; tamaño, calidad, color y forma son visibles. Por lo tanto, cuando Leonardo reproduce el simbolismo cristiano, lo que hace es representar la sustancia judía. Quizá sea este el motivo por lo que Leonardo nunca hizo una representación de la crucifixión, a pesar de que una obra de la pasión y muerte de Cristo era casi un requisito para la cartera de un artista de aquél tiempo.
Otro vértice en la influencia de Amadeo Méndez en Leonardo está en su visión de la mujer. Amadeo elimina la controversia de carácter mesiánico de Cristo a la de simplemente haber nacido puro. En su obra Apocalipsis Nova exalta a María como la sede de la sabiduría. La mujer se convierte así en la fuente de la sabiduría, no en su sentido secular, sino en su connotación espiritual. A raíz de esto, en las imágenes de Leonardo, la mujer ocupa el espacio central, ya que es a través de ella que la ascensión al cielo se lleva a cabo. Aquí, si analizamos el retrato de Mona Lisa, vemos que detrás de la cabeza de la mujer hay una pila de agua con un río flotando debajo de ella y la representación de dos caminos, uno hacia la izquierda y otro a la derecha. Es claro que no pretende ser un paisaje de fondo, pero sí una representación metafórica. Es una construcción cabalística. La cuenca de agua representa la fuente de gracia que brota directamente de la divinidad. Fluye a dividirse en dos ríos a los que se accede por los dos caminos, es decir, la divinidad fluye a través de las muchas habitaciones por las que el alma pasa para llegar a un matrimonio espiritual con la divinidad.
Ahora bien, si nos vamos al comienzo del pintor Leonardo – El Bautismo de Jesús, veremos que el evento que tiene lugar es representado según el acuerdo a la teología cristiana ortodoxa: Juan el Bautista conoce a Jesús como el Mesías, y se representa en una posición de inferioridad. Esta escena no aparece como tal en ninguna de las obras de Leonardo después de conocer las ideas de Amadeo Méndez. Si al mismo tiempo observamos  un cuadro basado en el dibujo la Virgen con Juan y Jesús, veremos que el niño Jesús ha desaparecido y el niño Juan – que representa la vieja religión- está representado por un cordero. En la tradición cristiana, el cordero es Jesús que se inmola. Al atribuir esta situación a Juan el Bautista, Leonardo se mueve en el centro teológico de Israel. Finalmente Jesús y la Virgen desaparecen de las pinturas de Leonardo. Sólo Juan Bautista, en representación de la tradición judía, se mantiene. Más tarde la representación de la antigua religión – Juan – evoluciona a una declaración más directa. Ejemplo son las dos pinturas de esta fase pictórica de Leonardo. Una se titula Baco, en realidad Juan el Bautista en forma de Baco y el otro se llama San Juan Bautista. En ambos cuadro Juan es el único tema.
El hecho de que Baco fue elegido como una metáfora de Juan el Bautista evidencia los pensamientos de Leonardo. Baco era considerado como un guía a la espiritualidad, ya que la tradición cuenta que después de que la razón es vencida por el vino, el alma puede elevarse a la contemplación de Dios. En la pintura de Baco, - Juan el Bautista –Leonardo lo pinta señalando al cielo, lo que indica una vez más que la antigua ley es el único camino para el ascenso espiritual. Es entonces cuando Leonardo sufre dificultades con la curia y ya que sus escritos no eran desconocidos, desde ese momento no trabajara más para el Vaticano, fue acusado de nigromancia por sus habituales visitas a las morgues en las que adquirió sus conocimientos de anatomía, hecho que se demuestra en sus dibujos del cuerpo del hombre. Estas circunstancias hacen que Leonardo salga de Roma para Francia.
Por todo ello el padre Franco Bontempi concluye que Leonardo, un hombre interesado por el más especulativo de los inventos y las más complejas de las soluciones tecnológicas, el objetivo principal de su intelecto era llegar a lo básico. En un momento en que el mundo cristiano estaba en proceso de cambio, era necesario para él encontrar una dialéctica que sostuviera su concepto del universo. Al releer la historia de la cultura occidental, se encontró que se basaba en los preceptos judaicos, y que las otras religiones, el cristianismo y el islam, eran sus hijas espirituales. La demanda por el hombre del Renacimiento de un renacimiento de la sociedad racional sólo puede ser posible gracias al retorno a lo básico. Estas ideas pronto llegaron a ser olvidadas por los preceptos que Lutero y la Contrarreforma imponen a la sociedad.
Pero lo que no tiene discusión alguna es que Leonardo era famoso y respetado en su tiempo. Cada una de sus pinturas se convirtió en un estándar para una amplia gama de imitadores. Gran parte de la obra de Leonardo se ha conservado, pero lo que se ha perdido se vuelve visible para nosotros a través de la obra de sus discípulos. Si el mensaje contenido en la obra de Leonardo fue entendido por sus imitadores no podemos comprobarla. Mientras que Leonardo no introduce la cruz en sus pinturas de San Juan Bautista, algunos de sus seguidores así lo hicieron, quizá sin darse cuenta o tal vez deliberadamente.
Tomando como un todo secuencial, las obras de Leonardo yergue un argumento críptico, causa que avala la tesis del Padre Franco Bontempi.
Y termino como empecé: Goete define el Arte como el único mediador de lo inexpresable y Leonardo en esencia es Arte, Arte que a principio del siglo XXI aún intentamos darnos.


CUADROS PARA DESARROLLAR LA PARTE ICONOCLASIA – contrario al culto de las imágenes religiosas -  DE LEONARDO:



MANUEL MORAL ROCA.

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