jueves, 4 de mayo de 2017







-¡Venga a sentarse Mami! Gritó Yulisa desde la puerta de la casa. El olor a tierra mojada impregnaba el ambiente aún cálido de la tarde que ya tocaba a su fin. Las dos se sentaron. Estaban una frente a la otra y Yulisa cogió las piernas hinchadas de su madre, se las puso sobre las suyas y comenzó a masajearlas, despacio, muy despacio. Mami opuso alguna resistencia, pero ante la insistencia de su hija y luego de sentir un alivio en sus cansados pies, se relajó. Su rostro mostró un bienestar que se afirmó en la sonrisa que regaló a Yulisa. Ésta siguió frotando, con sus dedos generosos de crema, desde las rodillas hasta los dedos de los pies, las carnes abultadas de su querida madre, a la vez que una entrecortada conversación asomó entre ambas; que si las cosas de la casa, que si las niñas estaban creciendo, que si el “macho” iba bien en su aprendizaje, que si patatín o que si patatán. Madre e hija estaban tan sumergidas en sus cosas que sin darse cuenta crearon un ambiente que por unos instantes las alejó de la más cercana y cruda realidad. En esos momentos la emigración y la separación de su familia que Yulisa sufría, desde hacía siete años, se diluyó en el contundente brillo de sus ojos y la soledad que Mami sentía al ver a algunos de sus hijos ganase la vida fuera de su país, se evaporó al mirar a Yulisa y sentirla tan cercana, tan de verdad, mientras su hija continuaba acariciando sus inflamadas y cansadas piernas.
De repente un aguacero apareció como una cortina y sin más las separó de aquél mágico instante, aunque las dos se sabían del amor que se tenían. Mami, casi sin pensarlo, volvió a la cocina ya que la hora de la cena acechaba los estómagos de la familia. Yulisa, sin embargo, se quedo bajo el fuerte chaparrón para empaparse como sólo sabe ella, aunque esta vez no dejo de mirar a su madre mientras ésta entraba en la casa. Yulisa aprovechó las gotas de lluvia sobre su cara y dejó bajar por sus mejillas unas lágrimas de emoción, de recuerdo, de añoranza. Pero Mami, antes de entrar en la casa, se volvió, miro a Yulisa y supo de inmediato lo que sentía su hija, por muy empapada que la viera. Sin embargo ella, luego de entrar en la cocina, cogió unas patatas, comenzó a pelarlas y en su silencio se tragó, con su valentía de siempre, las lágrimas que durante tanto tiempo la acompañaba. 
La noche se volcó entre los nubarrones que continuaban mojando la tierra. Durante la cena Yulisa miró a Mami y supo que ésta la vio llorar. Un boceto de sonrisa las unió y entendieron que a pesar de la distancia jamás se sentirían la una sin la otra.






Madrid, 6 de octubre de 2012 




De "Retratos de Yulisa".2012



No hay comentarios:

Publicar un comentario