jueves, 26 de abril de 2018

LA NOCHE MÁGICA




















Hace mucho tiempo que quise ser mayor y también con mucho tiempo intuí que jamás lo sería.
Una vez, casi la última, me dijeron que sacara mis zapatos a la ventana de mi habitación si quería que los Reyes Magos me dejaran los juguetes que días antes había pedido en una carta de
ribetes coloreados. ¡Qué tontería!, se creen que aún me chupo el dedo, - pensé. El caso es que puse en el alféizar de la ventana mis
dos zapatos junto a unos polvorones y me acosté. La luz del pasillo no se encendía y de reojo casi cerrado no dejaba de mirar la puerta. La oscuridad se me hizo muy aburrida y la espera por coger a los falsos Magos se hizo una nueva campanada. La noche se alargó más que de rutina y con su poderoso silencio me engulló en un duermevela. Nada se oía en la casa. Sin darme cuenta la modorra me robó la conciencia del tiempo, como anoche que luego de hacerme el adulto me dormí sin más. Sin embargo, igual que aquella noche de incredulidad los Reyes me dejaron un coche a pilas y un balón de fútbol, esta noche me han dejado un sueño.
Un sueño en el que me he visto desde mi niñez, en el que he estado con las personas que aún viven porque las recuerdo en mi presente, en el que he jugado por las calles sin miedo, en el que todo era contento y dicha.
La verdad es que esta mañana, al mirarme en el espejo, tenía un semblante alegre, con una sonrisa que hacía muchos días no conquistaba. Desde ahora sé que nunca seré mayor.



Madrid, seis de enero de 2010.

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